Confesión de Fe
Creemos que Dios, de manera especial, se ha revelado a sí mismo y nos ha revelado, de manera completa, el conocimiento de su voluntad que es necesrio para la salvación del hombre en los escritos que componen lo que llamamos Sagradas Escrituras o Biblia (Isa.40:8; Heb.1:1-2). Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, escrita por hombres divinamente inspirados y por tanto libre de error en sus escritos originales (2 Ped.1:21; 2 Tim.3:16). Los libros habitualmente llamados Apócrifos no son divinamente inspirados y no forman, por tanto, parte del canon de las Sagradas Escrituras. Creemos que la Biblia tiene suprema autoridad en cuestiones de fe y de moral y que ella misma es la norma infalible para su propia interpretación. No concedemos pues autoridad alguna aparte de las Sagradas Escrituras, a la llamada tradición eclesiástica o a supuestas nuevas revelaciones del Espíritu. Nada ha de ser añadido o quitado de las Sagradas Escrituras (Mat.5:17-18; 24:35; Efe.2:20; Apo.22:18).
Creemos que hay un solo Dios vivo y verdadero, Creador y Sustendador de todo cuanto existe, visible e invisible (Gen.1:1; Dt.6:4; Jer.10:10; Jn.1:1-3; 1 Tes.1:9; Heb.11:3). Creemos que Dios es espíritu; que es invisible, inmutable, soberano, personal y eterno; que es perfecto en justicia y santidad, que aborrece el pecado y que no tendrá por inocente al culpable; que es infinito en poder, sabiduría y misericordia; que hace todas las cosas según el designio de su voluntad para su propia gloria (Gen.17:1; Exo.3:14; 34:6-7; Sal.5:5-6; 90:2; Isa.6:3; Nah.1:2-3; Mal.3:6; Jn.4:24; Rom.11:36;16:27; Efe.1:11; 1 Tim.1:17; Stg.1:17; 1 Jn.4:8,16; Apo.4:8). Creemos que en la unidad de la Deidad coexisten eternamente tres personas, o sea, la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los cuales son iguales en sustancia, atributos divinos y gloria (Mat.3:16-17; 28:19; Jn.14:16-17; 15:26; 2 Cor.13:14).
Creemos que Jesucristo es el Hijo Unigénito de Dios, la segunda persona de la Trinidad, engendrado eternamente por el Padre y destinado desde la eternidad para nuestra salvación (Jn.3:16; Col.1:15-17;Heb.1:2-5; 1 Ped.1:18-20). Creemos que Jesucristo es verdadero Dios, de la misma esencia y naturaleza que Dios Padre. Llegado el cumplimiento del tiempo fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de una virgen, llamada María, y tomó naturaleza humana asumiendo todas las cualidades propias de ésta, excepto que fue sin pecado, siendo así verdadero Hombre. En Jesucristo concurren pues dos naturalezas: la divina y la humana, constituyendo una sola persona indivisible ahora y por toda la eternidad (Luc.1:27,35; Jn.1:1,14; 10:30; 14:9; Rom.9:5; Gal.4:4; Fil.2:6-7; Col.2:9; 1 Tim.3:16; Heb.4:15; 1 Jn.5:20). Creemos que Jesucristo, enviado por el Padre, le obedieció voluntariamente en todo hasta la muerte (Sal.40:7-8; Jn.10:18; Gál.1:4), que fue crucificado, muerto y sepultado (Fil.2:8). Resucitó corporalmente al tercer día de entre los muertos (Jn.20:25,27; Hech.2:32; 1 Cor.15:3,4,20), ascendió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre (Luc.24:51; Hech.1:9; 2:33-36; Rom.8:34; 1 Ped.3:22) desde donde ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos (Mat.16:27; 25:31-33; Hech.1:11; 10:42; Rom.14:10; 2 Tim.4:1). Creemos que la muerte de Jesucristo en la cruz fue vicaria y expiatoria, es decir, que ocupó el lugar del hombre, llevando y expiando su pecado y su culpa (Isa.53:4-6; Jn.1:29; Col.1:21-22; 2:13-14; 1 Ped.3:18). Creemos que Jesucristo intercede desde el cielo como único Mediador entre Dios y los hombres (Rom.8:34; 1 Tim.2:3-5; Heb.7:25).
Creemos que el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, es Dios, de la misma sustancia que el Padre y el Hijo (Mat.3:16-17; 28:19; Jn. 15:26; Hech.5:3-4; 2 Cor.13:14). Creemos que sólo por medio de la obra del Espíritu Santo puede el hombre llegar al verdadero conocimiento de Dios a través de la comprensión de su Palabra y a la apropiación de la obra redentora de Cristo (Jn.16:8-11; 1 Cor.2:10). Es por medio de la obra del Espíritu Santo que el hombre es regenerado espiritualmente (Jn.3:5-6; Tito 3:5). Creemos que el Espíritu Santo mora en el creyente, desde el momento de su conversión, como sello y garantía de su salvación, le santifica, le fortalece, le consuela y le guía (Jn.7:37-39; 14:16-17,26; 16:13-14; Hech.2:38; Rom.8:9; 1 Cor.6:19; Gal.4:6; Efe.1:13; 4:30; 1 Jn.2:27; 1 Cor.12:12-13). Creemos que el Espíritu Santo bautiza a todo creyente uniéndolo así a Cristo y a su Iglesia. El Espíritu Santo, además de los frutos propios que da a los creyentes, enriquece a al Iglesia repartiendo soberanamente dones espirituales a cada creyente por medio de los cuales servir en el cumplimiento de la misión encomendada por Cristo a su Iglesia (Hech.1:8; 1 Cor.12:4-13; Gál.5:22-23; Efe.4:3-7; Mat.28:19-20).
Creemos en la existencia de seres espirituales creados por Dios para servirle llamados ángeles (Sal.91:11; Dan.10:13; Luc.2:13; Heb.1:14). Creemos en la existencia de Satanás, un ángel que se rebeló contra Dios, constituyéndose en enemigo declarado de Dios y acusador de los redimidos (Job1:6-12; Isa.14:12-17; Mat.4:2-11; 2 Cor.11:14-15; 1 Ped.5:8; Apo.20:10). Creemos en la existencia de demonios quienes siguiendo a Satanás están organizados en huestes celestiales de maldad cuyo destino es el lago de fuego y azufre para condenación eterna (Luc.4:33-36; Efe.6:10-20; Apo.20:10).
Creemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, a su imagen y semejanza (Gén.1:26-27; 2:7). Creemos que Dios le dotó de rectitud y de conocimiento para vivir conforme a su voluntad, y que asimismo le hizo libre pudiendo escoger el hombre obedecer o no la ley de Dios (Gén.2:16-17; 3:6; Ecl.7:29; Rom.2:14-15). Creemos que el hombre pecó al pretender Adán ser igual a su Creador. Por este pecado el hombre degradó su imagen y semejanza de Dios y se rompió la comunión que con su Creador gozaba, llegando así a estar muerto en pecado (Gén.3; Efe.2:1). Creemos que el pecado y sus consecuencias temporales y eternas se extendieron a toda la humanidad. Es por ellos que los hombres nacen pecadores, inclinados al mal, incapaces por sí mismos de hacer la voluntad de Dios e impotentes para salvarse por su propio esfuerzo (Sal.51:5; Mat.15:19; Rom.3:10-18,23; 5:12,15-19; 6:23; 7:14,17-18; 1 Cor.15:21-22,45,49; Efe.2:1; 2 Tes.1:9).
Creemos que el gobierno o autoridad civil existe por disposición divina, para los intereses y el buen orden de la sociedad humana, y que debemos orar por las autoridades gubernativas y magistrados honrándolos en conciencia y obedeciéndoles [Romanos 13:1-7; Hechos 5:29], salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único dueño de la conciencia y príncipe de los reyes de la tierra.
Creemos que Jesucristo ordenó dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios [Marcos 12:14-17] y, con ello, promovió la libertad de acción del poder civil, pero también de su Iglesia, que en todo momento es y debe ser responsable de sus propios actos, debiendo proteger su plena autonomía y la libertad tanto en su forma de organización como en la forma de adoptar sus decisiones.
Es por ello por lo que creemos que las decisiones espirituales o que afecten a cuestiones doctrinales de esta entidad no son susceptibles de ser posteriormente revisadas por las autoridades estatales.
Creemos que Dios no quiere la muerte del hombre, sino que se arrepienta y sea salvo y es por ello que Dios envió a su Hijo al mundo como ofrenda sacrificial por la salvación del hombre (Eze.18:32; Jn.3:16; 1 Tim.2:4; Heb.10:5-7). Creemos que el hombre, movido por el Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios, necesita arrepentirse de sus pecados y creer en Jesucristo, aceptándole y descansando sólo en él para su salvación (Isa.1:18; 55:7; Eze.18:30,31; Joel 2:12-13; Jn.1:12; Hech.2:38; 16:31; 17:30). Creemos que Dios justifica al hombre sólo por medio de la fe en Jesucristo, esto es, Dios perdona su pecado y le considera y acepta como justo, no en base a obras de justicia que el hombre hubiere hecho sino sólo y únicamente en base a la justicia de Cristo la cual le es imputada por medio de la fe en él (Hech.13:38-29; Rom.3:21-28; 4:3-8; 5:1,17-19; 1 Cor.1:30-31; 2 Cor.5:19,21; Gál.2:16; Efe.1:7; 2:8-9; Fil.3:9; Tito 3:5-7).
Creemos que Dios adopta como su hijo a todo aquel que es justificado por la fe en Cristo Jesús, recibiendo así el Espíritu de adopción y pasando a gozar de los privilegios propios de los hijos de Dios (Jn.1:12; Rom.8:14-17; Gál.4:4-7; Efe.1:5). Creemos que Dios genera por medio del Espíritu Santo una nueva naturaleza en el corazón de todo aquel que cree en Cristo. Creemos que el creyente es santificado por medio del poder de la muerte y resurrección de Cristo, por su Palabra y por el Espíritu Santo que en él habita, siendo así capacitado para vivir conforme a la voluntad divina y vencer los instintos de la vieja naturaleza (Jn.17:17; Rom.6:1-14; 7:18-8:14; 2 Cor.5:17; Gál.2:20; 5:16-24; 2 Tes. 2:13). Creemos que una fe verdadera en Jesucristo se evidenciará en buenas obras las cuales Dios ha prometido galardonar (Mat.16:27; 25:34-36; Gál.5:6; Efe.2:8-10; Tito 2:14; Stg.2:17,22,24,26). Creemos en la seguridad eterna de salvación de todo aquel que cree en Cristo Jesús (Jer.32:39-40; Jn.10:28-29; 1 Ped.1:3-5,9; 1 Jn.3:9; 5:13). Creemos en la condenación eterna de aquellos que rehúsan creer en Cristo Jesús (Jn.3:36; 5:24).
Creemos que la Iglesia está constituida por todos aquellos que han sido salvos por medio de la fe en Jesucristo (Hech.2:38,41,47; Heb.12:23), y unidos entre s´´i gracias a una misma comunión con el Dios Trino. Creemos que la Iglesia es una (1 Cor.12:12-13; Efe.4:3-6,15-16) y que su unidad se basa en la unidad de la fe en un mismo Salvador, si bien esta unidad no significa uniformidad de ceremonias o formas de culto, ni se refiere a la existencia de una sola organización visible. Creemos que la Iglesia es santa en virtud de la justicia que le ha sido imputada en Cristo (Fil.3:8-9; 1 Cor.1:2) y de la obra santificadora del Espíritu Santo (1 Cor.6:19-20). Creemos que la Iglesia es universal pues incluye a todos los creyentes en cualquier lugar que confiesan a Cristo como Señor y Salvador (Gál.3:7-8). Esta Iglesia universal se manifiesta de manera visible en congregaciones o iglesias locales formadas por creyentes bautizados según las enseñanzas del Nuevo Testamento y unidos bajo la dirección sagrada del Espíritu Santo para adorar a Dios, difundir el evangelio, ejercer los dones, derechos y privilegios otorgados por la Palabra de Dios, promover la edificación de sus miembros y practicar las ordenanzas de Cristo (Mat.16:18-19; 18:15-18; Hech.2:42; 13:1; 16:19; Rom.16:3-5; 1 Cor.16:19; Gál.1:2).
Creemos en la autonomía de la iglesia local para gobernar sus propios asuntos internos bajo la dirección de Cristo, su única Cabeza, y siguiendo las enseñanzas de las Sagradas Escrituras (Efe.1:22; Col.1:18). Creemos en el sacerdocio universal de los creyentes, siendo todos ellos sin excepción llamados a servir según los dones que el Espíritu Santo les ha concedido (Rom.12:4-8; 1 Cor.12; Efe.4:7; 1 Ped.2:5,9; Apo.1:6). Creemos que el Señor Jesucristo dejó establecidas dos ordenanzas para ser observadas por los creyentes hasta que él vuelva: el Bautismo y la Santa Cena (Mat.28:19-20; 1 Cor.11:23-26).
Creemos que el Bautismo debe ser administrado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y solamente a aquellos que hayan dado público testimonio de su arrepentimiento para con Dios y de su fe en Jesucristo (Mar.16:15-16; Hech.2:38,41; 8:36-37, 16:31-32; 18:8). Creemos que el Bautismo es símbolo de la muerte y resurrección del creyente a nueva vida con Cristo (Rom.6:3-6; Gál.3:27; Col.2:12). Creemos que la Santa Cena fue instituida por el Señor Jesucristo como conmemoración de su muerte sacrificial en la cruz y que es símbolo de la comunión espiritual de los creyentes con Jesús, de la comunión de los creyentes entre sí como miembros de su Cuerpo y del alimento espiritual que es Cristo para el creyente (Mat.26:26-28; Jn.6:53-58; 1 Cor.10:16-17; 11:23-26). Creemos que la Santa Cena debe celebrarse con pan y vino, símbolos del cuerpo y de la sangre del Señor respectivamente, y que en base a su simbolismo sólo deben participar de ella aquellos que verdaderamente han creído en Cristo para salvación (Hech.2:46; 1 Cor.11:27-32; 12:13).
Creemos que con Cristo, el reino de Dios vino a este mundo; y que este Reino hallará su plenitud y consumación total en la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo (Mat.6:5ss; 13:24ss; Judas 14; Hech.1:6, 11; Mat.24:30; Heb.9:28; Apo.1:7; 19:11). Creemos en el retorno visible de nuestro Señor Jesucristo en poder y gloria, en la resurrección de los muertos y en el juicio final (Jn.14:3; 1 Tes.4:13-18; Dan.12:2; 1 Cor.15:12, 51-52; 2 Cor.5:4; 1Tes.4:16; Luc.14:14; Apo.20:11-15; 2 Ped.3:7; Jn.5:29). Creemos en unos cielos nuevos y una tierra nueva y en el Reino eterno de Dios (Mat.24:35; 2 Pe.3:7, 10-12; Jn.5:29; Isa 65:17; 2 Pe.3:13; Apo.21:1-22:5).
Creemos en el matrimonio como institución divina primigenia creada por Dios, por medio de la cual, libre y voluntariamente, un hombre y una mujer, nacidos como tales, se unen de manera estable y permanente para vivir juntos, amarse, respetarse, ser de ayuda mutua y constituir un hogar de bendición para sí mismos y, en su caso, para sus hijos y el entorno que les rodea [Génesis 2:24].
Creemos que la familia fue diseñada por Dios para constituir el germen y la base de la sociedad [Génesis 1:28; Éxodo 20:12; Deuteronomio 6:6-9; Efesios 6:1-4; Colosenses 3:20-21], por lo que la Iglesia debe desarrollar una pastoral de apoyo con el fin de fortalecer la institución familiar, al creer que el incremento de las familias saludables según el modelo del Evangelio favorecerá también la buena salud de la sociedad.